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Timbre y
escudo heráldico |
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![]() NOMBRE COMPLETOJuana. Sobrenombres: "de Albret" 33.5, "de Labrit"
Titulación extranjera:
duquesa de Albret, Vendôme y Beaumont, condesa de Foix2
INFORMACIÓN PERSONAL
Nacimiento:
16 de noviembre de 1528, castillo de Saint-Germain-en-Laye
INTITULACIONES Y MENCIONES:
(1557)
(6 de julio de 1568)
(octubre de 1569)
(Febrero de 1570)
(abril de 1570)
(agosto de 1571)
(22 de agosto de 1571, La
Rochelle)
(noviembre de 1571)
(8 de junio de 1572, París)
S.M. doña Juana III de Navarra fue la XXXIV soberana de Navarra y por mandato imprescriptible de sangre descendiente directa de sus reyes Enneco "Arista" [i], García Ennecones [ii], Fortún Garcés [iii], García Sánchez [v], Sancho "Abarca" [vi], García "el Tembloroso" [vii], Sancho "el Mayor" [viii], García "el de Nájera" [ix], García "el Restaurador" [xiv], Sancho "el Sabio" [xv], Teobaldo "el Trovador" [xvii], Enrique "el Gordo" [xix], Juana "de Champaña" [xx], Luís "el Hutín" [xxi], Juana "de Navarra" [xxv], Carlos "el Justiciero" [xxvi], Carlos "el Noble" [xxvii], Blanca "de Navarra" [xxviii] y Juan "el Usurpador" [xxix], Leonor "de Navarra" [xxx], Catalina "de Foix" [xxxii] y Enrique "el Sangüesino" [xxxiii]. MATRIMONIO Y DESCENDENCIA:
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ÑÐ
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"(...)
El
rey consorte de Navarra S.M. don Antonio de Borbón
heredó de su difunto suegro la pasión por la Navarra
perdida en 1512. A diferencia de los intentos
diplomáticos [ Las negociaciones entre el rey consorte de Navarra y los españoles basculaban sobre tres posibles soluciones: la devolución pura y simple de la Alta Navarra, la reintegración a la Casa de los Albret-Borbón por vía matrimonial, o una compensación territorial equivalente 52.329. En en ocasiones trataron sobre las consecuencias de una hipotética colaboración de los reyes despojados en una futura conquista española de Francia y posterior reparto de Navarra en favor de los legítimos monarcas, en otros casos de la posibilidad de enlazar a los hijos de don Antonio con la familia de los Habsburgo mediante vínculos matrimoniales que incluyeran la Navarra peninsular como dote, e incluso de intercambiar a espaldas de la reina de Navarra doña Juana III la soberanía de la Navarra de Ultrapuertos por el Milanesado español. El intercambio con don Antonio de Borbón del menguado reino de Navarra en Ultrapuertos a cambio del Milanesado era una antigua idea promovida por el emperador don Carlos I, interesado en justificar y legalizar la usurpación de la Navarra cispirenaica apropiada ilegítimamente con base en una causa bélica, y en tantear la determinación de don Antonio de Borbón sobre el viejo pleito legitimista. Tras la abdicación a título de rey de don Carlos I en su hijo don Felipe II, y una vez que ya había sido nombrado nuevo rey soberano de todo el territorio español, don Felipe II seguiría contando para las negociaciones vinculadas a don Antonio de Borbón con la ayuda e intervención de su padre el exemperador y exrey don Carlos desde su retiro de Yuste, quien a su vez venía utilizando al navarro al servicio de la corte española don Juan Martínez de Ezcurra como interlocutor 47.18 con el difunto rey de Navarra S.M. don Enrique II de Albret primero y ahora con S.M. el rey consorte don Antonio de Borbón. Pese a varios altibajos en la intensidad, las negociaciones compensatorias llegaron a consolidarse hasta alcanzar incluso un principio de acuerdo: una alianza perpetua entre don Antonio de Borbón y sus sucesores con la dinastía de los Habsburgo españoles. Felipe II estaba dispuesto a ceder al Borbón el Estado de Milán en calidad de vasallo y feudatario, a cambio de que el rey consorte de Navarra y su mujer, ajena a la negociación, renunciaran en adelante a cualquier pretensión sobre el Reino de Navarra.
Para que S.M. don Felipe II indemnizara con el
Estado de Milán a S.M. don Antonio, el otrora emperador
don Carlos I propuso como requisitos en la negociación
que el rey consorte de Navarra y duque de Vendôme se
obligase por su parte a confederarse perpetuamente con
su hijo don Felipe II de Habsburgo, que don Antonio
participase activamente en las próximas operaciones
militares de don Felipe II que tendrían como objetivo la toma de
la ciudad de Baiona o un puerto importante del sur de la
costa atlántica francesa
52.334,
que don Antonio cediese la ciudad bearnesa fortificada
de Navarrenx a los españoles así como aquellos otros
dominios que los reyes de Navarra doña Juana III y don Antonio de
Borbón poseían bajo soberanía francesa y que don Felipe II
considerase estratégicos para hostigar al rey de
Francia, que don Antonio se comprometiera a pagar de
su bolsillo a unos 4.000 ó 5.000 mercenarios alemanes e
ingleses, incluidos varios miles de «flecheros», sin
contar la infantería y jinetes que el de Vendôme pudiera
reclutar en sus actuales posesiones feudatarias
52.334
para luchar contra los franceses, y que don Antonio
entregase como garantía a su hijo el príncipe de Navarra
don Enrique de Borbón a los españoles como señal de
fidelidad y compromiso con lo acordado. Por su parte y
según avanzaban las negociaciones el rey consorte de Navarra y duque de Vendôme
dejó entrever a Carlos I la esperanza de que facilitaría
a los españoles la toma de las ciudades de Baiona y de
Burdeos
44.18
aprovechando que ambas se encontraban en ese momento
bajo mando del rey consorte de Navarra por su condición
de gobernador de la Guyena, y exigió a los españoles que le fuese entregado el ducado de Milán con
título de rey de Lombardía [ El intermediario don Juan Martínez de Ezcurra informó de las últimas proposiciones de S.M. don Antonio de Borbón al duque de Alburquerque y virrey castellano de Navarra, y a su vez el virrey envió el 15 de marzo de 1556 44.17 una carta a S.M. don Felipe II con el detalle de lo acordado hasta el momento. La negociación se encontraba, por lo tanto, a la espera de la decisión de los monarcas españoles. Pero antes de que S.M. don Felipe II contestase a las proposiciones del rey consorte de Navarra, un hecho militar desbarató todo lo preacordado hasta entonces: la resonante victoria española ante los franceses en la estratégica batalla de San Quintín del 10 de agosto de 1557 cambió el equilibrio de poder, y como consecuencia don Felipe II se aseguraba temporalmente la hegemonía militar contra Francia. Llegado a este punto, a don Felipe II el tener que sacrificar la posesión del Milanesado para entregársela según las condiciones del preacuerdo a don Antonio de Borbón no le arrendaba las ganancias. En enero de 1558 el padre de don Felipe II comunicó a don Antonio de Borbón, a través del duque de Alburquerque y virrey de Navarra, el fin de las negociaciones. Pocos meses después, una expedición militar altonavarro-guipuzcoana al mando del virrey y capitán general de Navarra el cuellarano don Beltrán de la Cueva destruye e incendia en agosto la costera localidad labortana de Donibane Lohizun (San Juan de Luz), próxima a la frontera de Ultrapuertos, como respuesta a los ataques de corsarios franceses salidos del puerto de la localidad contra barcos españoles. Salvo la iglesia y "maison Ezquerrenea" (actual rue de la Republique 17) utilizada como hospital, que salen indemnes, la destrucción causada por el incendio sistemático es casi completa. La escena de destrucción calculada contra Donibane Lohizun demoró varios días al ejército agresor ya que hubo que quemar las casas una por una porque, a pesar de estar juntas, al ser de piedra el fuego no pasaba de una a otra 52.334. La ofensiva española cometida contra poblaciones de la provincia limítrofe del reducido reino de Navarra que se mantenía fiel a sus reyes legítimos provoca la movilización de los Estados de Bearne que votan una leva de 3.000 soldados. La leva será autorizada por el pequeño regente, el príncipe de Navarra don Enrique de Borbón, hijo de doña Juana III y de don Antonio de Borbón que contaba por aquel entonces con tan sólo 4 años de edad. Pese a su corta y a fin de que se fuera instruyendo en sus futuros quehaceres, al príncipe navarro ya le iban familiarizando con tareas de gobierno. El primer documento conservado que lleva al firma del príncipe de Navarra es una proclama escrita en bearnés fechada el 22 de octubre de 1558 dirigida a los habitantes del Valle de Ossau, convocando a los hombres de 18 a 50 años para confiarles la defensa de los altos valles y de la fortaleza de Navarrenx.
En paralelo, los
reyes de Navarra seguían maniobrando por vías
diplomáticas sus reivindicaciones legitimistas. El 9 de
noviembre del mismo año de 1558 sus reclamaciones
estaban siendo expuestas por una delegación de
franceses, en boca de don Jean Jacques de Mesmes, ante
los plenipotenciarios españoles e igleses que acudieron
a las negociaciones que se mantuvieron en la abadía de
Cercamp, preparatorias de la paz de Cateau-Cambrésis. En
un largo alegato y en nombre de la reina Juana III "de
Albret" don Jean Jacques expuso una serie de "remonstrances"
o agravios a reparar vinculadas a Navarra, según las
cuales SS.MM. doña Juana y don Antonio entendían que en
la Alta Navarra no existía prescripción ni pacífica
posesión que justificara la actual ocupación española;
tampoco daban por legítimas algunos pretextos dinásticos
que esgrimían los españoles para justificar la
ocupación, como las pretendida donación contrarias al
Fuero navarro con las que la princesa doña Blanca de
Navarra renunció de todos sus derechos al trono de
Navarra en favor de su su otrora esposo el rey de
Castilla Enrique IV el 30 de abril de 1462, ya que con
arreglo a Fuero la Corona no podía dispner
unilateralmente del reino [
S.M. don Antonio pretendía reclamar personalmente a
don Felipe II la restitución de la Alta Navarra y la ocasión se le presentó
a finales de 1559 cuando surgió
la necesidad de desplazar desde París hasta España a
doña Isabel de Valois, hija de los reyes de Francia. Don
Felipe II había enviudado por segunda vez el 17 de
noviembre de 1558, y como al rey de la Monarquía Hispánica
le interesaba estar a buenas con el vecino reino galo
pidió tomar como tercera esposa a la hija mayor de los
reyes de Francia SS.MM. don Enrique II y doña Catalina
de Médicis, doña Isabel de Valois. A los reyes franceses
también les interesaba en ese momento mantener buenas relaciones con
los españoles y dieron su consentimiento, por lo que S.M.
el rey católico don Felipe II terminó casándose por poderes en París
con doña Isabel de Valois el 22 de junio de 1559. Entre
los capítulos acordados en el tratado de matrimonio
entre la hija mayor del cristianísimo rey de Francia y
del católico rey de la Monarquía Hispánica se estipulaba
que la nueva esposa de don Felipe II debía ser traída a
costa del rey cristianísimo hasta las fronteras de
España o de Flandes [
El cambio de
monarca en Francia no alteró lo estipulado en los
capítulos matrimoniales y finalmente S.M. el católico
don Felipe II decidió recibir a su nueva esposa en
España. Aprovechando la coyuntra el rey consorte de Navarra y duque de Vendôme se
prestó voluntario para llevar a cabo la entrega de doña
Isabel de Valois a don Felipe II, y en virtud
de que para llegar hasta España la comitiva debía
atravesar territorios bajo jurisdicción militar de S.M.
el rey consorte de Navarra, a don Antonio de Borbón se le
terminó concediendo el cometido de escoltar a doña
Isabel hasta su entrega en la frontera o
«raya
que dividía a Francia de España».
El rey de Francia, S.M. cristianísima don Francisco II
determinó asimismo que la comitiva estaría formada,
además de por S.M. don Antonio, por
la hermana del rey de Francia y nueva esposa del rey católico, S.M. doña
Isabel de Valois; los diputados del rey consorte de Navarra y duque de Vêndome S.M. don Antonio de Borbon; y el hermano
mediano del rey consorte de Navarra S.E. el cardenal don
Carlos de Borbón, quienes una vez terminado el
acompañamiento se volverían camino a Francia, al
contrario que sus primos el embajador del rey francés el príncipe de
La Roche-sur-Yon (o Rochesurion) don Carlos de Borbón y
su hermana la dama doña Susana de Borbón, viuda de don
Claudio de Rieux (o Serieux) que acompañarán a doña Isabel de Valois
no sólo hasta la frontera sino también durante todo el
trayecto por tierras
españolas hasta llegar a Guadalajara, donde estará S.M.
don Felipe II esperando a la comitiva para contraer
matrimonio presencial con doña Isabel. Como regalo, el
príncipe de La Roche-sur-Yon, primo de don Antonio y de
don Carlos de Borbón, traía consigo un ejemplar del
colgante de la Orden francesa de Saint Michel otorgado
por el rey galo a su cuñado el rey don Felipe II, como
agradecimiento y vuelta de favor por el toisón de oro
que don Felipe II había concedio previamente a su cuñado
el joven rey de Francia. La que no formó parte de la
comitiva y por lo tanto no acompañó a su marido en el
viaje fue la reina propietaria de Navarra, S.M. doña
Juana III "de Albret".
Asimismo, el
monarca galo también dispuso
que la comitiva debía llegar a la ciudad francesa de Baiona (Lapurdi) no más tarde del día 4 ó 5 de diciembre
de 1559 y que una vez allí los señores comunes diputados
fuesen quienes concretasen en qué lugar de la frontera
debía realizarse la entrega de la nueva esposa de don
Felipe II, para cumplir con lo acordado en las
capitulaciones matrimoniales [
El interés de los legítimos reyes de Navarra
SS.MM. don Antonio y doña Juana III en participar en el traslado y
entrega de la nueva esposa de Felipe II no era
desinteresada, ya que don Antonio tenía planeado
escoltar a doña Isabel de Valois hasta el río Ebro,
donde sería entregada a los españoles y el navarro tenía
pensado efectuar una pública proclama reivindicando sus
derechos sobre la Alta Navarra
52.329.
Con este sencillo y simbólico gesto, que contaba con el
beneplácito de doña Isabel de Valois, el rey consorte de
Navarra pretendía dejar constancia de que
España comenzaba donde finalizaba el Reino de Navarra.
Pero gran parte de los planes se desbarataron cuando se
supo que S.M. don Felipe II iba a esperar la llegada de
su esposa en Guadalajara por lo que no iba a estar
presente en la frontera durante la entrega de su esposa
la reina, y cuando a los españoles empezaron a dudar
sobre el tratamiento que debían conceder a don Antonio
de Borbón [
Las protestas
formales del rey de Navarra de poco valieron, salvo para
que el embajador francés mostrara igualmente su
indignación ante la rotundidad con la que Felipe II
advirtió que don Antonio de Borbón se marcharía con las
manos vacías
52.243,
y a partir de ese momento Felipe II dejó de utilizar el
título de rey para referirse a S.M. don Antonio.
Desbaratadas las pretensiones iniciales de don Antonio,
el rey consorte de Navarra se tuvo que conformar con acompañar y
entregar a doña Isabel en Roncesvalles. A los españoles
se les hizo llegar el itinerario que seguiría don
Antonio de Borbón junto a una previsión de los días que
se tardarían en completar el viaje; un total estimado de
80 días viajando por Francia por
«Portiers,
Union, Chamay, Aberteni, Montanach, Nanteus, Barbesiculx,
Montlieu, Santandra, Bordeaulx, Castre, Podeusar, Langon,
Bagas, Capllius, Nochehort, Villamenful, Caseres, Ayze,
Carron, Semirach, Morlaz, Pau, Lac, Ortes, y Salvatierra»,
hasta entrar en el Reino de Navarra y continuar el
itinerario 11 días más por la tierra de vascos de S.M.
don Antonio de Borbón a través de
«Sanpalais
(Donapaleu), Larzabau y San Juan de Pie del Puerto (Donibane
Lohizune)»,
hasta llegar a la Alta Navarra ocupada por los españoles
por el camino de Roncesvalles. Finalmente la comitiva
llegó a Roncesvalles el 6 de enero de
1560
donde la esposa de Felipe II fue recibida por el
arzobispo de Burgos y el duque del Infantado. Y
habiéndose despedido de la compañía del legítimo
rey consorte de Navarra, quién aprovechó la ocasión para
reclamar la liberación de la Navarra ocupada, la nueva reina de la Monarquía
Hispánica continuó el viaje con sus nuevos acompañantes
hasta Guadalajara donde la aguardaba su esposo el rey
católico S.M. don Felipe II
(...)" "(...) El rey de la Monarquía Hispánica don Felipe II no tenía intención de ceder un ápice de soberanía en lo relativo al viejo pleito legitimista sobre Navarra y ya ni si quiera reconocía, como había venido haciendo, el título de reyes a doña Juana III "de Albret" a quienes eufemísticamente comenzará a enviar en sus misivas a partir de 1560 el encabezado de «A Monsieur y a Madame de Vendóme» 51.44. El enfado de los reyes doña Juana y don Antonio por las voluntarias omisiones del rey don Felipe II respecto a su condición de monarcas navarros propició el enfado de don Antonio que contestó que no aceptaría en adelante cartas sino le fueran dirigidas como "al rey de Navarra" 52.338, protesta que don Pedro de Navarra se encargó de redactar y de enviar formalmente a don Felipe II. En la protesta don Pedro le recordó que su padre y predecesor el emperador don Carlos V nunca había negado a doña Juana y don Antonio el tratamiento de soberanos, y qué el mismo hasta ahora también venía reconociéndolos 51.44. Pero una vez más, las peticiones no tuvieron efecto y don Felipe II aprovechó para retirar las credenciales diplomáticas en la corte española a don Pedro de Navarra. El tío de la reina doña Juana salió despachado de la ciudad de Toledo el 2 de julio de 1560, llegando unas semanas más tarde a la localidad de Mas d'Agen, cerca de Nérac, donde se encontraba don Antonio de Borbón 51.44. Ante la inflexible actitud de don Felipe II, el rey consorte de Navarra urdió una nueva forma de remediar sus desplantes valiéndose de la elección del nuevo obispo de Roma. El anterior papa Su Santidad Paulo IV había fallecido el 18 de agosto de 1559 y don Antonio no quiso desaprovechar la ocasión para intentar un acercamiento a su sustituto en la Cátedra de San Pedro. El plan consistía en enviar un embajador a Roma que fuese recibido en audiencia para, en apariencia, felicitar y prestar en nombre de los reyes de Navarra obediencia al nuevo pontífice, y conseguir de facto el reconocimiento de la curia romana a su condición de rey de Navarra. La maniobra de don Antonio no provocó interés en doña Juana, que percibía la devoción de los obispos de Roma como una religiosidad instrumentalizada 52.337, lejos de una fe más auténtica como la que ella deseaba alcanzar, sin olvidar que seguía culpabilizando a Su Santidad el difunto papa Julio II como autor necesario en la usurpación del reino a la que sometieron a sus abuelos SS.MM. doña Catalina de Foix y Juan III de Albret. La presunta legitimación de la conquista de 1512 mediante bulas pontificias, de matizable legalidad y aplicación, tenía desengañada a doña Juana y fue una de las causas por las que se aproximaba cada vez más a la reforma protestante 52.337 que negaba la autoridad de la iglesia de Roma por derecho divino y daba primordial importancia a la Biblia como regla de fe y conducta. Pero la falta de entusiasmo de la reina no desmotivó a su marido, que para la empresa volvió a recurrir al tío de su esposa la reina doña Juana III, el eclesiástico don Pedro de Navarra, hijo bastardo del difunto rey de Navarra don Juan III "de Albret" y de la estellesa doña María de Ganuza. Don Pedro de Navarra llegó a la Ciudad Eterna el 21 de noviembre de 1560 52.243 y cinco días más tarde fue recibido por el nuevo papa Su Santidad Pío IV en audiencia privada. El primer objetivo del viaje era convencer al papa para que a la presente audiencia privada le siguiese otra audiencia pública en la que don Antonio y doña Juana, por boca del embajador don pedro, prestasen obediencia al papa en "sala de reyes" o "sala Regia" de las dependencias de la Santa Sede. Aunque el mayor interesado en el proyecto era don Antonio de Borbón, al ser únicamente rey consorte de Navarra se hacía necesario que las peticiones fuesen también a nombre de la reina propietaria doña Juana. A tales efectos el embajador navarro defendió su petición y expuso al pontífice del mal que algunos herejes y sediciosos habían querido hacer a la reputación del rey y de la reina de Navarra, SS.MM. don Antonio y doña Juana, y acabó su prédica recalcando que sus reyes eran príncipes cristianos y obedientes, refutando con ello las acusaciones de herejía vertidas por el difunto papa Julio II en 1513. Desde un principio Pío IV se mostró inclinado a conceder al embajador navarro en audiencia pública en pleno consistorio como a los demás embajadores de reyes, pero como era costumbre el papa también escucho la opinión del resto de embajadores interesados en diferentes sesiones. Como era de esperar, desde el primer momento el embajador al servicio de S.M. católica don Felipe II, el madrileño don Francisco de Vargas, se opuso frontalmente a que los legítimos reyes de Navarra don Antonio y doña Juana fuesen recibidos en audiencia pública en la "sala de reyes" en calidad de reyes de Navarra. Ante el papa argumentó su postura recordando a Pío IV que el rey de Navarra su señor don Felipe II ya le había dado la obediencia, que aunque don Antonio y doña Juana poseían territorios en Navarra la privación hecha por Julio II en 1513 afectaba a todo el reino, y que los duques de Vêndome eran cabeza de secta luterana 52.243, por lo que no consideraba oportuno que el papa recibiera obediencia por parte del Borbón y de la Albret. Por su parte el embajador extraordinario, conde de Tendilla, adujo que si bien el lugar de la recepción no tenía mayor importancia, resultaba más apropiado no llamar reyes a don Antonio y doña Juana ni aceptar obediencia de Navarra sino de aquello que los duques de Vêndome poseyerna. Y por último el embajador de Francia en la Santa Sede y obispo de Le Mans S.E. don Charles d'Angennes de Rambouillet 37.1, en sintonía con la familia de los Guisa que eran rivales feudatarios de don Antonio de Borbón en la corte francesa del joven monarca galo Francisco II, tampoco se mostró partidario de otorgarles la condición de reyes a los duques de Vêndome.
En vista de lo que
le expresaron los embajadores, el papa Pío IV propuso a
don Pedro que se contentase con una recepción privada.
Pero el embajador navarro desplegó tal habilidad que,
pese a la oposición de los españoles y de los Guisas,
logró triunfar de la indecisión del papa y el
consistorio fue fijado para el 14 de diciembre de 1560
en la "sala Regia"
52.243.
Mientras llegaba el día señalado para que los reyes de
Navarra pretasen obediencia al papa, Pio IV llamó al
embajador español para justificarse diciendo que a causa
de las herejías reformistas que corrían por Francia,
convenía recibir la obediencia de los duques de Vêndome
y tenerlos de su lado, y que en todo caso la obediencia
recibida por parte de don Antonio de Borbón y doña Juana
de Albret debía entenderse sin perjuicio de la
previamente recibida por parte del rey católico. Llegado
el día y momentos antes de recibir la obediencia, el
papa titubeó de nuevo e indicó al embajador del rey
francés S.E. don Charles d'Angennes de Rambouillet
37.1
la conveniencia de proceder a la ceremonia en otra sala
por razón del frío y del mal tiempo, ante lo que el
embajador francés en su propio nombre y en el de don
Pedro de Navarra, rechazó enérgicamente aquel frivolo
pretexto y exigió de Pío IV el cumplimiento de su
promesa
52.243.
Finalmente y a pesar de las maniobras de la diplomacia
española para interferir y obstaculizar lo acordado, don Pedro rindió solemne
homenaje al Santo Padre en la "sala de los reyes" en
nombre de los reyes de Navarra [
Pero mientras el
rey consorte de Navarra obtenía de la mano de don Pedro de
Navarra este simbólico reconocimiento en Roma, en Francia las tensiones religiosas habían
estallado. En
marzo de 1560, los hugonotes hicieron una tentativa de
raptar en el castillo de Amboise, residencia de la
corte, al joven rey de Francia S.M. don Francisco II para
sustraerlo de la influencia de la familia católica de
los Guisa y dar así el control del país al gobernantes
más sensibilizados con su causa como don Luis de Borbón,
príncipe de Condé. S.M. el joven rey de Francia don
Francisco II ascendió al trono de Francia un año antes,
con tan sólo 15 años de edad, tras la muerte de su padre
S.M. el difunto rey francés Enrique II durante el torneo
celebrado en París con motivo de la boda de la hija del
difunto y hermana del nuevo monarca, doña Isabel de
Valois, con S.M. el rey de la Monarquía Hispánica don
Felipe II. Los protestantes
franceses esperaban del nuevo monarca gestos en favor de
la causa protestante pero en cuanto llegó al poder y
aconsejado por su madre la reina viuda doña Catalina de
Médicis, el joven monarca confió el gobierno de Francia
a la familia de los Guisa, garantes de la religión
católica y partidarios de una política intolerante hacia
los reformadores, propiciando con ello el descontento
entre los protestantes, y el caldo de cultivo que
desencadenaría la fallida conjura de Amboise. La llamada conjura de Amboise fracasó por
una traición, y muchos de los supuestos conjurados
fueron apresados entre ellos don Luis de Borbón,
príncipe de Condé, que fue detenido
el 31 de octubre de 1560 así como su hermano mayor el rey
consorte de Navarra y duque de Vendôme don Antonio de Borbón.
Los
supuestos responsables de la conjura de Amboise fueron condenados
a muerte, pero el canciller francés don Michel de L'Hospital
sabiendo que el rey galo don Francisco II estaba
agonizando víctima de la tuberculosis, retrasó su
ejecución, y a la muerte Juaa contando apenas 16 años,
el canciller liberó al príncipe de Condè. El difunto
moncarca Francisco II, que tan solo pudo sentarse 17
meses en el trono de Francia, fue sucedido por su hermano Carlos
IX, un menor de edad que apenas contaba 10 años, por lo que la regencia recayó sobre
su madre la reina viuda doña Catalina de Medicis.
Al igual que la
reina doña Isabel I de Inglaterra, la regente de Francia
doña María de Medicis trató de mantener la ambigüedad sobre su postura
durante el mayor tiempo posible. Para conseguir sus
fines no dudó en usar cualquier recurso, desde la
seducción hasta el envenenamiento. Siguiendo esta
política, ordenó la liberación de don Antonio de Borbón,
que de este modo se libró de la pena capital. Recuperado
el favor de la regente doña Catalina, Antonio aceptó el
cargo de lugarteniente general del reino de Francia,
para lo cual tuvo que declararse católico y romper con
los calvinistas, decisión que no fue secundada ni por su
hermano ni por su esposa, la reina de Navarra doña Juana
III "de Albret". En esta coyuntura, el 20 de
diciembre de 1560 la reina Juana III hace públicas sus
creencias religiosas y abraza la Reforma protestante, en
cuyas doctrinas será educado a su hijo y
heredero el príncipe de Navarra don Enrique. En enero de 1561 S.M. doña Juana recibirá una carta de felicitación por
su profesión de fe escrita desde Ginebra por el pastor y
teólogo protestante francés don Juan Calvino
[ En la corte
española de S.M. don Felipe II también se vio con
preocupación que la reina de Navarra doña Juana III "de
Albret" hubiese abrazado públicamente y sin ambages la
causa de la religión reformada y temían que su marido
don Antonio de Borbón, nombrado recientemente
lugarteniente general del reino de Francia, se viera
arrastrado asimismo hacia posiciones reformistas. La
mujer del rey de la Monarquía Hispánica, doña Isabel de
Valois, reflejó por carta a su madre la regente de
Francia doña María de Médicis la preocupación con la que
se veía en Madrid el hecho de que el entorno del rey
consorte de Navarra, que por ahora se había decantado
por el bando católico, estuviese rodeado de
«herejes»
52.329.
El propio
secretario de S.M. don Felipe II de Habsburgo en
la corte de Madrid, el madrileño de padres alto navarros
don Francisco de Eraso, solía recordar sin éxito a su
rey la conveniencia de contentar a don Antonio de Borbón
con alguna compensación que sustituyese sus
reclamaciones sobre Navarra
52.329,
para tratar de evitar males mayores mientras durase la
regencia de su suegra doña Catalina de Médicis en la
vecina Francia y el joven rey galo S.M. don Carlos IX
alcanzase la mayoría de edad.
Ya en mayo de 1561
S.E. don Sebastián de
L' Aubespine, embajador de Francia en Madrid y obispo de
Limoges,
también propuso la posibilidad de compensar a don
Antonio de Borbón proponiendo que le fuera otorgado el señorío de Siena
52.329.
Igualmente don Francisco de Cleves, duque de Nevers,
quien se acercó hasta España para casarse con una de las
damas de la reina consorte Isabel de Valois,
reiteró la misma propuesta
52.329. Pero
don Felipe II se negaba
formalmente a tratar de tantear a don Antonio de Borbón
con ninguna compensación. También el propio don Antonio de
Borbón envió en mayo de 1561 un último embajador personal, el señor de Auzences, solicitando que el obispo de Auxerre pudiese
viajar a España con el objetivo de finiquitar amigablemente las diferencias
existentes sobre el viejo pleito legitimista de Navarra
mediante una restitución o una recompensa. Finalmente y
tras mucho insistir, a S.E. el embajador de Francia don
Auxerre y al embajador personal del rey consorte de
Navarra don Auzences se les concedió una audiencia con
el rey de la Monarquía Hispánica para el 30 de noviembre
de 1561
52.329.
Por otra parte,
el momento era poco propicio para el éxito de la
embajada del rey consorte de Navarra en la corte de la
Monarquía Hispánica. El virrey castellano en Navarra y
duque de Alburquerque creía haber descubierto una una
conspiración legitimista en Pamplona. El 9 de abril de
1561 el Consejo Real de Navarra
51.45, órgano
bajo obediencia de los ocupantes, mandó encarcelar y
tener incomunicado al canónigo don Ramón de Monreal,
haciendo que fuese llevado preso pública e
ignominiosamente por soldados mercenarios a la cárcel de
la fortaleza de Pamplona, donde aún permanecía cautivo
un mes más tarde. Allí trató de tomarle declaración el
obispo de Pamplona, el cacereño don Álvaro de Moscoso,
pero como el acusado se negó a declarar por exento, le
pusieron grilletes y en agosto decidieron trasladarlo a
Madrid
51.45. Sus
supuestos cómplices, don Antón de Iráizoz, vicario de la
parroquia de San Nicolás de Pamplona, y don Arnaut de
Ozta, fueron igualmente sometidos a tormento, pero no
rebelaron los planes de la presunta conspiración.
Aprovechando un descudio del alcaide, don Amaut de Ozta
se suicidó
51.45, ocultando
para siempre los pormenores que pudiera conocer de la
supuesta conspiración. Mientras tanto en Madrid, don
Ramón de Monreal fue sometido a tormento una y otra vez,
pero sin soltar palabra sobre la presunta conspiración.
El cabildo catedralicio pamplonés, contrario a las
extralimitaciones y contrafueros habitualmente adoptados
por el obispo de Pamplona, recurrió la orden que llevó a
prisión a los canónigos navarros. La sentencia
ejecutoria de la Rota romana de 13 de junio de 1561
terminó dando la razón al Cabildo catedralicio pamplonés
y quitándosela al obispo de origen cacereño don Álvaro
de Moscoso. Para evitar la afrenta personal del obispo
de Pamplona con el Cabildo catedralicio pamplonés, se
resolvió que la mejor forma consistía en promocionar a
otra sede, en concreto la de Zamora
53.119. Finalmente y
con el ambiente enrarecido, el 30 de noviembre de 1561
tuvo lugar en Madrid la programada reunión que debía
tratar la devolución del Reino de Navarra. En ella los embajadores partidarios de don Antonio
de Borbón tuvieron la oportunidad de exponer los motivos
por los que el rey consorte de Navarra debía ser
compensado o restituido. Pero S.M. don Felipe II de
Habsburgo, asistido por el duque de Alba, no cedió ni un
ápice en sus planteamientos y los embajadores tuvieron
que salir de la entrevista con las manos vacías. Algo más tarde en la
vecina Francia estallaría con virulencia una nueva
guerra de religión originada tras la matanza de los protestantes
de Passy el 1 de marzo de 1562. El rey de la Monarquía
Hispánica, preocupado por el avance de los reformista en
el reino galo, intervino militarmente en ayuda de los
católicos franceses y envió a Francia un millar de
hombres, de los cuales dos de las compañías pertenecían
a la guarnición ordinaria de la parte de Navarra
52.338 ocupada
por los españoles desde 1512. Encabezados por don Diego
de Carvajal, capitán general de la Provincia de
Guipúzcoa, el 20 de julio de 1562 cruzaron la frontera
francesa por Fuenterrabía y evitando la Baja Navarra se
unieron a los 2.000 gascones que en nombre del rey de
Francia había levantado en armas don Blas de Montluc
52.338. Por su parte los confederados
protestantes (Eidegenoss, de donde deriva el término
hugonotes) también pasaron a la ofensiva y el 20 de septiembre
de 1562 recibieron la ayuda de las también protestantes
Alemania y de Inglaterra, esta última a cambio de la cesión de El Havre. S.M. don
Antonio de Borbón, que frente al rigorismo de costumbres
de su mujer la reina doña Juana III lleva una vida de
trote militar y amoroso, se separaba ideológicamente
cada día más de Juana, hasta que, tras la profanación
por los calvinistas del castillo y colegiata de Vendôme,
solar de los antepasados Borbones, don Antonio les
declara la guerra y se pone a la cabeza de las tropas
católicas. Pese a posicionarse públicamente de parte de
los católicos, el rey consorte de Navarra contemporizaba
con ambos bandos y mantenía correspondencia con su
hermano Luis de Condé, cabeza de los protestantes
52.338. Don Antonio de Borbón participó del lado
católico en el asedio de Ruán, donde resultó herido, y
aunque al principio los cirujanos no dieron importancia
a la herida, terminó falleciendo el 10 de noviembre de
1562 en Les Andelys (Eure), a los 44 años de edad.
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ENRIQUE II |
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ENRIQUE III |
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JUANA III |
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1555-1572 |
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Representación de don
Antonio de Borbón, duque de Vendôme y consorte de la por entonces
princesa de Navarra doña Juana de Albret. |
Representación de S.A.R. el
príncipe de Navarra don Enrique de Borbón. |
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HERÁLDICA:Su Majestad doña Juana III de Navarra dispuso de corona real y armas personales creadas como combinación de la mitad de las armas de sus esposo don Antonio de Borbón a diestra y las suyas a siniestra, cuyas características se detallan a continuación:
● Contorno exterior del escudo de armas:
● Campo del escudo:
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Notas
2
3
Relación de entradas
referenciadas:
33.5 Guillaume
Rouillé - “La seconde partie dv promptvaire des medalles, commenceant à la
natiuité de nostre Sauueur Iesus Christ, & continuant iusques au Treschrestien
Roy de France Henry II. du nom à present eureusement regnant” - 1553
Relación de entradas pendientes de
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